domingo, 27 de noviembre de 2011

CAPITULO 6


Espere pacientemente hasta dejar de oír los pasos de las asistentas atravesando una y otra vez el pasillo y finalmente suspiré.
Aparte la sabana que me cubría y eche un rápido vistazo a mi pierna derecha. Marco me la había desinfectado y vendado como había podido al volver de nuestra pequeña aventura en el bosque. No se fue hasta que yo me hube dormido y al despertarme eche en falta su presencia. Era el único que me iba a contar algo acerca de la torre de Babel lo cual me hacía sentir cierta confianza.
Me puse en pie haciendo caso omiso a el agudo dolor sentí al apoyar el pie en el suelo y comencé a cojear hacia la puerta. Asomé la cabeza al pasillo. No había asistentas en la costa. Cerré la puerta de mi habitación con cuidado para no despertar sospechas y avance con paso firme hacia las escaleras siguiendo las indicaciones que me había dado Marco: la ultima puerta, las más alejada del ascensor. La abrí con cuidado aunque esta emitió un sonoro gemido que puso todos mis sentidos alerta. Gire la cabeza hacia el pasillo. Por suerte no parecía que nadie lo hubiese oído, pero no dude a la hora de cerrar la puerta detrás de mí con mucho más cuidado que la última vez.
Bajar unas escaleras con una herida cubriendo la mayor parte de tu pierna no es del todo un trabajo agradable... Cada escalón que bajaba era como si alguien me asestase una patada en la espinilla, pero intente controlar el dolor que sentía. "No es más que un sentimiento creado por tu cerebro" me dije, intentando recordar donde lo había oído antes pero sin resultado alguno, como siempre. Ya evitaba frustrarme al no poder acceder a un recuerdo, simplemente sabía que había cosas en mi cabeza que parecían estar "censuradas" y no había manera de hallar respuesta alguna a las cuestiones que presentaban... Hasta aquella noche.
Di gracias por solo tener que bajar un piso, pues me sentía incapaz de seguir descendiendo por aquellos escalones que parecían multiplicarse por cada uno que dejaba atrás. Aferrada a la barandilla conseguí llegar hasta el último y abrí la puerta del piso 32 orgullosa de haberlo conseguido. Al otro lado no había mas que otro pasillo, exactamente igual nuestro ; paredes y baldosas de un blanco inmaculado. La voz de Marco volvió a resonar en mi cabeza: " Una vez en el piso 32 atraviesa todo el pasillo y abre la única puerta que hay. Es fácil, no hay pérdida". Eche una rápida ojeada y no pude evitar esbozar una sonrisa de oreja a oreja al divisarla. Ahí estaba por fin, la puerta que me iba a llevar hasta la verdad.
Sentí como un escalofrío recorría mi espalda al apoyar la mano sobre el pomo de la puerta, el cual gire lentamente hasta finalmente traspasar el umbral detrás del cual me esperaba un rostro conocido que se volvió hacia mí nada más entrar.
- Menos mal que has llegado ya... Temí que alguna de las asistentas te hubiesen interceptado- exclamó sin demasiado entusiasmo.
-Ya... Es que bajar por las escaleras con esto,- señale a mi pierna con resignación- no es tan fácil como parece.
Me dedicó una mirada de complicidad acompañada de una tímida sonrisa.
- Bueno, ponte cómoda. Dijo señalando uno de los sofás que había en la sala.
El salón era enorme. El suelo y las paredes eran de madera de tono oscuro ambos decorados por elegantes alfombras y tapices que le dotaban de un aire medieval. Me quede maravillada observando la lampara de araña apagada que pendía del techo, así como la mesa de comedor estilo renacentista o la estantería de madera de roble que se erguía regia, plagada de libros de aspecto antiguo, todo bañado por la oscuridad de la noche.
-Este sitio es genial- exclamé emocionada-No sabía que hubiesen sitios así en la torre de Babel.
- ¡Y eso que aun no has visto la mesa de billar!- respondió sonriente.
Me senté en uno de los sillones de cuero individuales que había junto a la chimenea encendida, que era el único foco de luz que iluminaba la sala, y él se sentó enfrente mío.
- ¿Y bien? Pregunte ansiosa por despejar los interrogantes que me confundían.
Marco pareció pensárselo antes de responder con otra pregunta:
- ¿Que sabes?
- No más de lo que me ha contado Tessa; lo de las cámaras y lo de los chicos que había aquí antes que desaparecieron...
Al pronunciar estas últimas palabras el rostro de Marco se torno sombrío y pude ver como sus ojos se empañaban. El chico intentaba no llorar, pero ¿por qué?
- Marco... ¿estás bien?
Él pareció recuperar la compostura y alzo la cabeza como intentando sobreponerse a la realidad.
Supuse que había metido el dedo en una vieja herida, y fue por eso por lo que rápidamente cambien de tema:
- ¿Porque hay cámaras en las habitaciones? ¿Es que acaso nos vigilan?
-Constantemente- contesto muy serio mirándome a los ojos- no hay momento en el que no nos estén acechando tras las lentes de las cámaras, calculando cual va a ser nuestro próximo movimiento. Ese es su trabajo, observar y controlar.
Una idea acudió a mi mente, y me dispuse a escrutar la habitación con nerviosismo en busca de una cámara que pudiese delatar este encuentro nocturno lo cual pareció divertir a Marco.
- Tranquilízate, no pasa nada. Las de esta sala han sido desconectadas por nuestro topo.
-¿Topo? ¿Uno de ellos está con nosotros? ¿Por qué?
El chico dejo de mirarme a los ojos, evitando mi mirada como si temiese encontrarse con ella.
- Marco, contéstame. He venido en busca de respuestas.
- No debería decírtelo pero... Está bien...- él pareció meditar sus palabras con detenimiento pero finalmente lo soltó-Por pena. En concreto por pena hacia ti. Se puso en contacto con nosotros poco después de que te trajeran aquí.
-¿Pena? ¿Le doy pena?
-Dice que lo que te han hecho es mucho peor de lo que nos han podido hacer a nosotros nunca...
No le deje acabar la frase. Me daba igual la pena que le diese a aquel individuo. Lo único que quería saber era una cosa:
-¿Quien es?- pregunte secamente intentando esconder la angustia que sentía. Marco bajo la mirada como avergonzado.
- No puedo decírtelo... El insiste en que aun no lo sepas...
-¡¿Cómo puedes ser tan insensible?! ¡¿Me han hecho algo capaz de hacer cambiar de bando a alguien y me vienes con esto?! ¡No tienes excusa! ¡Eres peor que ellos!
Me gire hacia la puerta para salir de ahí. Me estaba ahogando en aquel salón y no podía soportarlo más...
Justo cuando estaba a punto de abrirla, la pierna herida se me doblo y no pude evitar desplomarme contra el suelo. Justo un segundo antes de que me golpease la cabeza, Marco me agarró con la misma fuerza con la que me había cogido la primera vez que nos habíamos visto y me tomo en sus brazos. Acurrucada en su regazo comencé a llorar estrepitosamente.
- Tranquila... Estoy contigo...- me susurró al oído.
Le mire a los ojos y pronto tuve que apartar la mirada. Me veía reflejada en los suyos y me daba pena. La misma pena que habría sentido aquel hombre como para querer ayudarnos a todos.
- Marco... ¿qué me han hecho?

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